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martes, 23 de abril de 2019

El silbón

El silbón

 El Silbón, un joven parricida que vaga eternamente por los Llanos de estas dos naciones cargando un saco con los huesos de su infortunado padre. Es un espíritu muy musical y de ahí su nombre: silba las notas Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si  en ese mismo orden, subiendo el tono hasta Fa y luego bajando hasta la nota Si.
Según la leyenda, Silbón destripó a su papá por haber asesinado a su esposa diciendo que era una mujerzuela y que se lo había buscado. Tras este hecho, su abuelo mandó a mantener atado al joven a un poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a latigazos, que sus heridas fueran lavadas con aguardiente, y a liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de soltarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eternidad.
Si escuchas su silbido cerca, no te preocupes, pues Silbón está muy lejos de ti. Pero si lo escuchas lejos, escóndete donde puedas, porque Silbón está muy cerca y no querrás que cuente los huesos de su papá frente a ti. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora.
Tal parece que si se siente el silbido de lejos lo único que puede salvar a la persona es el ladrido de un perro, ya que es lo único que le aterra, un ají o un látigo. El ánima suele vengarse de los hombres mujeriegos.
Muchos habitantes de Los Llanos cuentan haberlo visto sobre todo en verano, época en que la sabana venezolana arde bajo el rigor de la sequía y el Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos, mujeriegos y de vez en cuando a una víctima inocente. Cuentan que les succiona el ombligo a los borrachos cuando los encuentra solos en el llano para beber el aguardiente que ellos ingirieron, y que a los mujeriegos los despedaza, les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre.
Dicen que luce como un gigante alargado de seis metros que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su desafortunado padre o, algunos afirman de sus múltiples víctimas. Otras dicen que se presenta como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero, sobre todo a los borrachos.

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